Con ella llegó el escándalo: tras pasar por los festivales de Venecia y San Sebastián, ‘Blonde‘ ha aterrizado entre las películas de Netflix convertida en uno de los títulos más polémicos del año con un retrato crudo, violento y aterrador de la vida de Marilyn Monroe. Se trata de una casa de los horrores onírica y freudiana en la que Ana de Armas deslumbra (y se postula entre las candidatas a Mejor Actriz protagonista en los Oscars 2023) mientras sufre las mil y una torturas a las que le somete el director Andrew Dominik, que adapta la aclamada novela de Joyce Carol Oates. Lo que queda tras casi tres horas de metraje es un enfrentamiento de ideas: ¿Es esta una de las películas más inspiradas del año o estamos ante una infantilización y victimización de una de las grandes leyendas del cine que vuelve a servir para proyectar las obsesiones de quienes la miran y desean?
Al hacernos la pregunta que ocupa el título de este artículo (¿es ‘Blonde’ una obra maestra o un desastre de mal gusto?) intentamos evidenciar las dos corrientes de opinión que se han creado alrededor de la película de Netflix, y que realmente forman parte de su ADN: lo que nos plantea el filme es una propuesta formal tan arriesgada como valiente (cambios de formato, saltos del blanco y negro al color, transiciones visualmente ingeniosas, narración fragmentada) que puede entusiasmar a los que disfrutan con la técnica, y una historia de perspectiva tan cruel y errada que resultará inaceptable para quienes consideren a Marilyn Monroe como un ser humano más allá de su condición de mito. ¿Todo vale en nombre de la ficción?
De cualquier forma, esta ambiciosa producción, que ha tardado una década en realizarse y a la que hasta Netflix puso más de una pega antes de su estreno, nació para ser provocadora. Para lo que no nació, a la luz del resultado final, es para ayudarnos a conocer mejor a Norma Jeane Baker. Al final, todo el mundo ha querido siempre un trozo de Marilyn Monroe. Dominik también. En ‘Blonde’, ha cogido lo que servía su propósito, como hicieron tantos antes que él.
Un cuento de terror y tortura
La película empieza con una de las imágenes más famosas de Marilyn Monroe: la escena de ‘La tentación vive arriba’ (Billy Wilder, 1955) en la que a la actriz se le levanta el vestido blanco al pasar por una alcantarilla. ‘Blonde’ empieza con el mito, moviéndose en cámara lenta y con una imagen en blanco y negro, casi invitándonos a mirar más allá (o, como lo plantea Dominik durante toda la película, a mirar debajo de su falda) y adentrarnos en su historia. Así lo hacemos: el relato da comienzo con la infancia traumática de Norma Jeane junto a una madre mentalmente inestable y un padre ausente y anónimo que podría haber sido una estrella del cine, y sigue a la pequeña hasta el orfanato donde creció y alimentó sus demonios.
No pasa demasiado rato hasta que ya vemos a Norma como una mujer joven, ya interpretada por Ana de Armas, que quiere hacerse un hueco en Hollywood, el lugar donde se cumplen los sueños. Sin embargo, lo suyo es más bien una pesadilla: en su primera “audición” es violada (por un tal Mr. Z, que se cree que es Darryl F. Zanuck, quien estuvo al frente de 20th Century Fox en su época dorada) y nadie parece ver más allá de su melena rubio platino y sus curvas. Pronto, aunque la película no se detiene mucho en explicárnoslo, la protagonista abraza esta reacción que provoca en los hombres de la industria y llega a su disyuntiva: divide su persona y crea a Marilyn Monroe, la sex bomb segura de sí misma por la que llegaríamos a conocerla en la gran pantalla.
Así, ‘Blonde’ da comienzo a una de sus líneas temáticas más recurrentes y acertadas: la división entre la persona privada y la persona pública, entre el ser humano y el personaje mediático, lo que da origen a una lucha interna constante por definir los límites de dos mujeres que viven en el mismo cuerpo. “Esa que sale en pantalla no soy yo”, dice Norma mientras ve cómo Marilyn realiza uno de los números musicales más icónicos de su carrera, ‘Diamonds are a girl’s best friends’, en la película ‘Los caballeros las prefieren rubias’ (Howard Hawks, 1953). En ese momento, la actriz se da cuenta de que quizás ha creado un monstruo del que no va a poder escapar.
En otra escena, quizás una de las más memorables de la película, la protagonista se desdobla entre la mujer que sufre en silencio en la vida real y la diva que vemos al otro lado del espejo, sonriendo de forma pícara y lanzando un beso al aire. Es un momento terrorífico que podría haber salido de alguna de las imágenes perturbadoras del universo de ‘Twin Peaks’. ¿Y no es la Marilyn de Andrew Dominik una suerte de Laura Palmer? Figura angelical convertida en cadáver corrompido por el patriarcado, la actriz parece haberse perdido en esta película por los pasillos pesadillescos que hay más allá de las cortinas rojas, atrapada en una casa de los horrores habitada por demonios que, como el gato Cheshire, se niegan a indicarle cuál es el camino de vuelta a casa. Sabemos que el director es un gran admirador de David Lynch, especialmente de ‘Mulholland Drive’ (con la que también se pueden establecer muchas similitudes en ‘Blonde’), y en su propuesta vemos su intención de replicar la habilidad lynchiana para rascar el subconsciente y acceder a lo inenarrable. Por desgracia, ese mundo le queda muy lejos a Dominik, quien además ha cometido el ¿error? de escoger como sujeto de torturas a una mujer real, indisociable de las grandes virtudes y el talento escénico que la película de Netflix decide olvidar.
Cuestión de perspectiva
La novela de Joyce Carol Oates se ha vendido siempre como una ficción: se trata de una biografía parcialmente inventada de Marilyn Monroe donde se mezclan los datos reales y los ficticios creados por la escritora, que tenía la ambición de, a través de lo imaginado, llegar a una verdad más profunda sobre la figura de la actriz. ‘Blonde’ cogió el testigo de esta propuesta y se propuso adaptar la novela con la misma libertad creativa. Sin embargo, como apunta la crítica Fernanda Solárzano en Cine Aparte, lo que puede funcionar sobre el papel (abierto a la imaginación de los lectores) no necesariamente tiene el mismo efecto en la pantalla. “Las imágenes son muy poderosas”, apunta, y es que el cine tiene el poder de sentar cátedra. ¿Cómo vamos a borrar ahora las imágenes que nos ha entregado Andrew Dominik, sean o no verdad?
La ficción, evidentemente, no tiene por qué ajustarse a la realidad, pero sí podemos juzgar la legitimidad de su punto de vista. Sabemos que ‘Blonde’ es una pesadilla subjetiva y onírica sobre la vida de Marilyn Monroe, pero, ¿desde dónde mira la película? ¿Cuál es la perspectiva? ¿Quién es el soñador? No es Marilyn, ni tampoco Norma. Quizás vemos destellos de esa posibilidad en los planos de los flashes de las cámaras o cuando las bocas de los hombres que gritan a su alrededor se deforman como en un filtro de Instagram. Por momentos nos sentimos junto a ella, viviendo su sufrimiento, pero la mayor parte del tiempo no es así.
En el resto del filme, las imágenes no parecen emanar de la psique de la protagonista, sino de la de su director: sesiones de fotos de revistas y anuncios pensadas para asombrar en su comparación posterior, un plano del trasero de la actriz entrando en un restaurante, desnudos gratuitos cuando igual solo estaba leyendo un libro, la acción de valorar su éxito en la clase de teatro a través de la mirada de Arthur Miller mientras la interpretación de ella está en mute, el constante énfasis en la ausencia del padre que lo reduce todo a su relación con los hombres sin una sola relación significativa con una mujer en toda la película, el ya infame primerísimo primer plano de la felación al presidente Kennedy que es herencia de la estética softporn… Ni siquiera en sus embarazos truncados obtenemos su perspectiva, sino la de sus entrañas, o la de su feto no nato, que de pronto adquiere la habilidad de hablar. Cuando Dominik nos enseña un plano desde dentro del útero, mirando hacia los médicos que están a punto de realizar un aborto, ¿desde dónde está mirando la película?
Hay que admirar la audacia del director al crear momentos como la transición de un momento poscoital a la cascada de ‘Niágara’ (Henry Hathaway, 1953) o la fiel recreación de la escena musical de ‘Con faldas y a lo loco’ (Billy Wilder, 1959) que de pronto se rompe (Marilyn para de cantar mientras la música sigue, como en el Club Silencio de ‘Mulholland Drive) para dar paso a un colapso emocional de la protagonista, que está harta de ser el chiste de turno. Y es por esos momentos de genialidad que ‘Blonde’ es una película tan imposible de clasificar: pasa de la vergüenza ajena al asombro en cuestión de segundos, y juega libremente con la forma mientras olvida la importancia de la perspectiva o la integridad de su protagonista. Al final, hace lo que Marilyn critica de las películas: “En el cine te hacen pedacitos. Un corte tras otro. Es como un rompecabezas, pero tú no juntas las piezas”.
La Marilyn que quedó fuera
Al juntar esas piezas de las que hablaba el personaje interpretado por Ana de Armas, Dominik no estaba pensando en Norma Jeane, sino en él mismo. En una reveladora entrevista en el número de octubre de la revista Sight & Sound, el director afirma: “Adaptar el libro es realmente adaptar los sentimientos que me dio el libro”. La periodista Christina Newland le había preguntado si veía a su protagonista como un vehículo simbólico para hablar del trauma y el abuso, que Dominik ve como algo más universal que específico dentro de la figura de Marilyn Monroe. “Supongo que en cierto modo no veo la película como esencialmente femenina. La veo como si tratara de un niño falto de amor. Me identifico con eso”, asegura. Newland le pregunta por qué decidió dejar fuera detalles de la vida de la actriz como que fundó su propia productora (Marilyn Monroe Productions, Inc.), que se opuso a la caza de brujas anticomunista o que luchó contra la segregación en nombre de la cantante Ella Fitzgerald. “Eso no es realmente de lo que va la película: va de una persona que se va a suicidar”, responde el director, que apunta a que “lo más importante” del relato es por qué una mujer que “tenía todo lo que la sociedad encuentra deseable”, desde la belleza hasta la fama, decidió quitarse la vida.
Con ‘Blonde’, Dominik quería hablar de cosas importantes, pero no quería hablar de Marilyn Monroe. Quería hablar del trauma, de la ausencia del padre, de los demonios internos, del abuso, del sexo y de la infelicidad, pero quizás hablar de todo eso sin la perspectiva de género y las particularidades que presenta la figura de la actriz es un error. Como muchas críticas han apuntado (algunas demoledoras, como las de Manohla Dargis en The New York Times y Stephanie Zacharek en Time), y aún entendiendo que una película (ni siquiera un biopic) tiene que contener todas las dimensiones de un personaje real, ‘Blonde’ deja fuera una verdad incontestable: el talento descomunal de Marilyn Monroe y su responsabilidad a la hora de crear a uno de los iconos del siglo XX.
“Dadas todas las humillaciones y horrores que sufrió Marilyn Monroe durante sus 36 años”, escribe Dargis en NYT, “es un alivio que no haya tenido que sufrir las vulgaridades de ‘Blonde’, el último entretenimiento necrofílico para explotarla”. La crítica no tiene desperdicio. “Todo lo que falta en este retrato es, bueno, todo lo demás, incluida la personalidad y la vida interior de Monroe, su inteligencia, su ingenio, su perspicacia y su tenacidad; su interés y conocimiento de la política; el trabajo que realizó como actriz y la verdadera profundidad de sus ambiciones profesionales”, escribe Dargis, que sentencia: “Principalmente, lo que falta es algún sentido de lo que hizo que Monroe fuera algo más que otra mujer hermosa en Hollywood: su genialidad. Al ver ‘Blonde’, me pregunté si Dominik había visto alguna vez una película de Marilyn Monroe, si había visto su talento trascendente, su brillante tempo cómico, el fraseo, los gestos y la gracia“.
Más allá de la libertad de los artistas para realizar una propuesta formal y narrativa en la gran pantalla, más allá de los amplios límites de la ficción para transformar historias reales en nuevos relatos que pueden estar cargados de fantasía, se antoja pertinente apuntar la importancia de lo que la película deja fuera. Al final, el planteamiento de la película es una nueva revictimización: Hollywood convirtió el cuerpo de Marilyn en un espectáculo, y ‘Blonde’ hace lo mismo con su sufrimiento. Parece que ninguno llegó a entenderla del todo.